La ciencia ficción, dignificada:
Inteligencia Artificial, de Steven Spielberg
La última película de Steven Spielberg suscita en los espectadores que hemos seguido desde hace años la carrera del cineasta norteamericano una rara sensación. Es cierto que reconocemos en ella algunos de sus temas y actitudes más característicos —una intensa representación del universo de los afectos, el tono sentimental, la visión del mundo a través de los ojos de un niño—, pero al mismo tiempo nos cuesta aceptar esta parábola sobre la condición humana, tan triste, tan desoladora, como expresión de un autor a quien hemos venido identificando con los finales felices, el optimismo y hasta cierta tendencia a la moralina. En este sentido, creo que la reacción de la crítica ante Inteligencia Artificial, que ha oscilado entre polos abismalmente opuestos1, constituye un síntoma elocuente de la dificultad de comprender en sus justos términos la propuesta
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